► De Noche [Priv. Kat]

No eran horas para estar en el tercer piso, y menos, para un joven que estaba encerrado en el aislamiento. Y ¿Qué hacer sobre todo en la lavandería? Pues nada, estaba investigando los alrededores, tiene tiempo de haber entrado a la institución, mas sin embargo siempre se enfoca en una rutina por parte de los empleados. Levantarse, ir a una revisión medica temprana, almorzar, terapia, comer, tratamiento médico, cenar, duchas, dormir. Estaba aburrido ya de todo eso, por lo que encontró la manera de librarse del sistema de seguridad electrónico que sella las puertas, por lo que, ya pasadas las horas, el chico salió evadiendo las cámaras de seguridad principales (Que son las que seguramente reciben más atención.).

Pues bien, el chico ya había pasado lo más importante y al estar en el edificio principal comenzó a caminar sin rumbo, subiendo escaleras (Ya que los elevadores tenían cámaras y aparte por la noche no funcionaban.) y buscando donde vagar, que inspeccionar y divertirse sobre todo, burlando a la seguridad, escondiéndose  y jugándoles malas bromas quizás. -¿Qué debería hacer para pasar la noche antes de regresar al cuarto?-.

Y como se decía al principio, después de todo esto y al evadir a unos guardias se encontraba encerrado en la lavandería, pensando en la pequeña gran aventura que le esperaba, o quizás, el castigo que le propinarían si lo descubrieran…

En mitad de la noche y víctima del insomnio, Kaz decidió que había tenido suficiente: tanto de las paredes grises y condenadamente deprimentes de su habitación, como del aplastante itinerio que seguía religiosamente todos los días. Era hora de hacer algo distinto, por lo menos un par de horas antes de volver a su maldita rutina.

Valiéndose de su carisma había podido engatusar lo suficiente al guardia cómo para que éste olvidara cerrar su puerta, o no la cerrara voluntariamente…  o vaya a saber uno qué. La cuestión es que la puerta estaba abierta. Y Kaz no era tan estúpida como para intentar algo que no fuera sino salir a vagar un rato. La confianza era algo delicado, y por el momento, la chica prefería sumir al resto de las personas en una falsa sensación de calma. Déjenlos creer que era inofensiva. Déjenlos creer que podían controlarla.

Escabulléndose entre las sombras, a resguardo de los puntos ciegos de las cámaras, la chica comenzó a caminar sin saber bien dónde. Su habitación estaba en el tercer piso, y tenía curiosidad de ver que había más allá... sin embargo, no logró avanzar mucho o siquiera tomar una escalera, el sonido de pasos y del haz de una linterna acercándose a lo lejos la hizo detenerse en seco. —Estupendo —dijo en un susurro de fastidio, antes de ponerse en movimiento. Rápidamente, se encontró adentrándose en la puerta más cercana y cerrándola en un segundo, entrando a la estancia desconocida abruptamente. —¡Wah! —.Antes de que supiera que estaba pasando, se encontró golpeándose de lleno con algo que hizo que cayera sin elegancia alguna al suelo. —¿Por qué me persigue la desgracia?—dijo, en un tono falsamente dramático, mientras se sobaba la cadera y alzaba por primera vez los ojos para ver a qué se había llevado puesto.

Esperaba no tan pacientemente que los guardias de seguridad pasaran por el área, yéndose de largo, pero justo en ese momento alguien entro a la amplia habitación, pero, al no verle el uniforme de seguridad, no supo si sentirse más tranquilo o más ansioso, intento salir por su parte al ver que los vigilantes pasaban sin siquiera aluzar el área, claro, ¿Quién estaría ahí a esas horas? Se movía lentamente para poder escabullirse y evadir a lo que parecía una chica, porque lo era. Algún calculo le fallo y solo logro que ella chocara contra su pecho, porque o si, es muy alto, y al topar la chica azoto en el piso, dando de sus toques dramáticos y volteándole a ver después de unos segundos, él también la miro y se inclinó hacia adelante.

-¿Estas bien?- pregunto extendiendo su mano para levantarla, claro, esperando que ella respondiera a su amable gesto. -¿Qué hace una chiquilla traviesa a estas horas de la noche?- aun a sabiendas de que él no era un santo, ya que también estaba de incognito en ese lugar, sin algún permiso de poder deambular por ahí como él quisiera.